24 de septiembre de 2016

De repente... ÍTACA.



“Debes irte, Ítaca te espera”.
Así empezó todo.

                Este blog viene recogiendo cúmulos de dudas desde 2004 en ya.com y desde 2008 en esta web. Ahora, doce años después del inicio y seis años después del primer post de esta nueva ubicación, este blog inicia un nuevo camino con un nuevo aspecto, una nueva dirección y una nueva personalidad. Porque este blog será distinto desde hoy, aquí en Ítaca.

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.

                                              Kavafis



                Este blog renace hoy, tras dos años de inactividad justificada (hasta llegar a Ítaca), con el nombre de Neoícaro empedernido y en la ubicación de Ítaca. Es así porque el joven lobo se fue transformando, y sólo con el impulso de las alas de un nuevo Ícaro se puede alcanzar la nueva raíz de Ítaca. Ala y raíz, la eternidad es eso. Sin embargo, si vuelo demasiado cerca del sol, tal vez nunca pueda regresar. El reverso de vivir en Ítaca es todo lo que dejé atrás.
  
Mar de nubes... Ítaca
                
               Quién me iba a decir a mí que llegaría a una Ítaca inalcanzable, después de un largo viaje de más de diez años. Quién me iba a decir a mí que me sumergiría buceando junto a un tiburón ángel, a un metro escaso de distancia, o que vería ponerse el sol tras la montaña más alta de toda Ítaca, paseando entre la inmensidad de un mar de nubes. Ahora deambulo entre volcanes, paseo entre dunas, me dejo azotar por la fuerza del océano, y el viento golpea mi cara a su antojo. Este blog pretende ser así: fuerte y constante, impertinente y emotivo, feroz o asustado, atroz o reconfortante, mordaz y decidido… ahora puede ser valiente y cómo no: empedernido; pero todo no será más que un cúmulo de dudas. 

                Quién me iba a decir a mí que cambiaría mi paisaje por púrpura oleaje. A mí, que bandoneé mis pasos sin remedio y aún no sé dónde está el norte. A mí, que saludé al tritón y sé que no soy nada y nunca seré nada. Aquí en Ítaca es difícil perderse. A mí, que ahora seré una hora menos, mas una hora más valioso cada día.

"Te diré, Kavafis, 
que no siempre es necesario llegar a Ítaca, 
mas si no hubiera emprendido el camino 
jamás hubiera conocido esta isla".

Mi infinita gratitud a quien me bautizó Neoícaro, a quien descubrió magia escondida entre mis dedos.


PD: Pero no se nos recordará por esto.