Este es Omran. Se nos recordará por dejar que ocurra. Por cierto, su hermano no sobrevivió. |
Los líderes mundiales se reunían estos días para decidir el futuro de
los refugiados –cuando ya han fallecido más de 3500 personas en el mar Mediterráneo
ESTE AÑO–. Sin embargo, no se reúnen para resolver el problema. En las cumbres
no vinculantes de esta semana pasada se reúnen para acordar que van a posponer
las decisiones hasta 2018. A partir de 2018, se reunirán para comentar a ver
qué se puede hacer para gestionar la crisis. O no. Por supuesto, no se reúnen
para acabar con el problema desde la raíz, resolviendo el conflicto en los
países en guerra, porque tienen enormes intereses allí y es mucho lo que se
juegan. Aquí hablé ya de los líderes que
nos guían, líderes que se guían a sí mismos, líderes expertos en sucias artes
de la parásita ambición y el desdén más absoluto. Mientras tanto, siguen y seguirán
muriendo miles de personas; pero da igual, sólo son refugiados y tal.
Son refugiados que sólo quieren poder volver a su
tierra. El periodista Miguel A. Rodríguez, trabajador humanitario y responsable
de comunicación externa de Cruz Roja Española, es un empedernido que da difusión constante a la situación de los
refugiados; escribe con la certeza de quien sabe de lo que habla porque lo ha
vivido, y lo cuenta con emotividad y crudeza, dando zarpazos y mimando simultáneamente.
Suele decir en su cuenta de Twitter ( @Marodriguez1971 ), que hay que estar muy
jodido para meter a tus hijos en una barca de juguete, con un salvavidas de
juguete, y lanzarse al mar. Hay que tener la sangre muy fría para escribirle en
el brazo a tu propio hijo un número de teléfono. Por si acaso. (Un artículo de Miguel A. Rodríguez de marzo de 2015 nos hace ver que todo sigue igual: Leer aquí. Otras imágenes relacionadas, aquí.
Cifras que ya habrán crecido a fecha de hoy. Ya nadie se acuerda de Aylan. Se nos recordará por esto. |
Tristemente pienso que se nos recordará por esto. Se nos recordará igual que se recuerda la 2ª
Guerra Mundial… los campos de concentración alemanes, Hiroshima… Me temo que se
nos recordará por esto, porque estamos dejando que pase, y nuestra indiferencia
es culpable de esto. Vivimos en una guerra
global, con un enorme conflicto a escala mundial en el que el escenario puede
ser Francia, Siria, Egipto, EE.UU., Yemen, Sudán, España… Y es “global” también
en otro sentido: en el sentido de que todo vale: Los bombardeos sistemáticos a
hospitales, los asesinatos de voluntarios, cooperantes y trabajadores
humanitarios… se están saltando todas las leyes de la guerra y la idílica Convención de Ginebra; ocurren tantas
atrocidades que es difícil de asimilar.
Se nos recordará por no hacer nada. Por mantenernos
en nuestra cómoda indiferencia. Por aparentar ignorancia por aquello de que “lo
que no se sabe no ocurre”. Se nos recordará porque dejamos que se echasen al
mar y se los tragase la oscuridad del Mediterráneo.
¡Échate al mar, inmigrante!
¡Échate al mar perforando las
noches!
¿Por qué conformarse con la
vida...
cuando tienes toda una muerte
por delante?
(Extraído de la rapsodia teatral El Regreso de Beethoven).
Las primeras noticias de la semana pasada decían que han atacado un
convoy humanitario de la ONU. La ONU es una entidad anacrónica e incapaz que
intenta sobrevivir sin ninguna fuerza real para resolver problemas, y que sin
embargo ayuda como puede a través de convoys, cascos azules, etc. El ataque a
este convoy no ha sido una bala perdida, ha sido un bombardeo que ha destruido
18 de los 31 camiones que llevaba alimentos a los 78000 habitantes de Big Orem,
en Alepo (Siria). Un artículo de El País habla de “el hambre como arma de
guerra”, lo cual es absolutamente desolador. Los ataques a hospitales, escuelas
y objetivos civiles son prácticas habituales en estas guerras sucias a veces
apoyadas o incluso promovidas por los gobiernos de grandes potencias, por los
intereses que dichas potencias tienen en estos territorios. Es decir, por los
mismos líderes que nos guían. EE.UU. y Rusia (los mismos líderes que manejan
los hilos) organizan y conceden a su antojo una escasa tregua que ya se
desvanece en el Mediterráneo junto a los miles de muertos, sumiéndoles en una
espiral de la muerte de la que es imposible escapar.
Ese es el destino que aguarda a muchos de los que
lo dejan todo y se adentran en el mar y, además, es imposible saber si es peor
irse o quedarse. En una ciudad de millones de habitantes como Alepo, ya apenas
quedan 250.000 habitantes. Habitantes… o más bien supervivientes, teniendo en
cuenta que Siria cuenta ya más de 250.000 muertos. Si te vas, te enfrentas al
peligro de salir del país, a la gelidez de las fronteras y a la fuerza de un
Mediterráneo sin escrúpulos. Si te quedas, tendrás que vivir entre los
escombros, sin agua, luchando por la vida de tus hijos, si es que siguen vivos,
sabiendo que no quedan escuelas, ni apenas hospitales (Concretamente, en Alepo
quedan 6 hospitales de los 21 que había). Corrijo: Eran 6 cuando comencé este
artículo. Ya sólo quedan 5 hospitales en Alepo. Quedan 30 médicos en
Alepo.
Se nos recordará por esto. |